domingo, 30 de marzo de 2008

Guerreros de los Vientos


El Título es provisorio y el Capítulo 1 es lo único que tengo redactado por ahora... Además, es sólo un bosquejo... Hay que pulirlo...


En fin... Aquí lo tienen...








Capítulo 1: Día 806

Era el día 806 de la supervivencia. La cueva olía a moho y habían pasado más de cuatro lunas sin que tuviésemos rastros de nuevos supervivientes.
Desde el acceso norte vigilábamos la basta planicie tanto en busca de buenas como de malas noticias. No nos animábamos a salir del lugar más que para recolectar un poco de fruta en los árboles cercanos. Pero todo estaba tan perfectamente esquematizado y planeado que nunca nos faltó alimento.
La cueva era perfecta para esconderse. Contaba con un par de pequeñas vertientes y varios ductos que conducían a unos diez espacios de mayor tamaño donde se desarrollaba toda nuestra vida. Uno de ellos, el más amplio, lo utilizábamos para criar algunos pollos y vacas que nos dieran leche. Para ellos también recolectábamos alimento del exterior, sin embargo, durante el invierno, se volvía más y más complicado conseguir buenos pastos para las vacas.
En otra de esas “salas”, teníamos una serie de comodidades adicionales, como libros, una pequeña salita de primeros auxilios con un stock bastante limitado de medicamentos consecuencia de nuestra larga estadía, una capilla, naipes y una mesa de billar, que luego de un tiempo se tornó bastante aburrida como para continuarla utilizando. En los demás, habitábamos los pocos sobrevivientes, consientes de que era probable que nos tocase pasar el resto de nuestras vidas encerrados entre esas rocosas y frías paredes.
Mi familia fue la primera en mudarse al lugar ni bien comenzó la gran tragedia. Mi padre, mi madre, mis tres hermanos, mis cuatro primas y yo fuimos los que trajimos los animales y los muebles a este lugar, ya que nuestra granja estaba bastante cerca de las cuevas. Mis padres siempre fueron algo paranoicos, nunca creí realmente que esa forma de ser nos llevara a la salvación o nos fuese realmente útil en algún momento. Ni bien los medios de comunicación anunciaron lo que había ocurrido, nos alistamos para el exilio de lo que por muchos años fue nuestro hogar.
Mientras los artefactos tecnológicos funcionaron, mi padre logró avisarles a algunas familias amigas que llegaron y se instalaron en “el refugio”. La noticia se corrió por toda la región y al poco tiempo la cueva estuvo llena de los que nos convertiríamos en supervivientes. Pero no todos soportan el encierro y poco a poco fueron cediendo a la tentación de volver al sol.
Nunca supimos el por que, pero si una persona se alejaba demasiado de la cueva, era muy probable que nunca la volviésemos a ver, o que retornase lo suficientemente trastornada como para no mencionar lo que había visto.
La situación era crítica. En ese momento éramos sólo 60 personas incluyendo a los tres niños nacidos en cautiverio. En los últimos meses nos habíamos aventurado algunos metros más de lo usual en la llanura para conseguir un par de mascotas con el afán de no deprimirnos demasiado o prolongar por algún tiempo incierto los límites de nuestra cordura. Incluso llegamos hasta el río y pescamos un par de peces que intentamos cultivar en los pequeños ojos de agua que formaban las vertientes internas de la cueva.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo pasábamos hablando acerca de que era lo que realmente había ocurrido, pues había muchos puntos que no llegábamos a comprender aunque pusiésemos todo nuestro ahínco en ello. Nada era fácil, aún así, vivir con miedo era lo peor de toda la cuestión, vivir sabiendo que el menos movimiento en falso causaría la muerte de sesenta personas. Nadie quería que volvamos a aventurarnos hasta el río. Le temían, ya que era el verdadero límite entre nuestro pequeño mundo y el de ellos. Algunos de los suyo merodeaban en la orilla contraria, pero jamás lo habían cruzado. Nunca supimos que se los impedía, pero por si acaso, no nos arriesgábamos demasiado.
En el preciso momento en que la mayoría nos debatíamos entre la adaptación y la locura, apareció un extraño caminado solitario por el horizonte. Venía encapuchado y por un momento pensé a Gandalf. Sabía de nuestra existencia pues caminaba hacia el refugio, y si bien venía vestido de blanco no confiamos en él, pues el demonio sabe como hacer que los humanos caigan en sus ponzoñosas redes.
Parecía abatido, sus rodillas flaqueaban de tanto en tanto, pero aún así no usaba bastón. En su espalda escondía algún bulto que podría ser una mochila. Casi todos estábamos en la entrada expectantes de la situación, siguiéndole los pasos, los extraños movimientos de su cuerpo… Como encantados por el baile de una odalisca que sabe hacer bien su trabajo.
No podíamos quedarnos así… Alguien tenía que hacer algo. Si ningún adulto salía, debería hacerlo yo, un joven de no más de veinte años, que más allá de todo, estaba dispuesto a matar o morir por verle el rostro a ese hombre, por salvar a las otras personas del refugio.
Sin pensarlo demasiado, endulzado por su aroma que se percibía aunque estuviese a más de un kilómetro de distancia, salí del escondite y caminé tres pasos en su dirección. Trataron de detenerme pero no los escuché, estaba demasiado concentrado en aquél hombre. Era como si me mantuviese bajo un extraño hechizo. Tal vez solo era consecuencia de la novedad, pero no… Había algo más en aquel hombre.
De repente, como si hubiese percibido mi reacción descontrolada e impulsiva y no fuese ése el recibimiento que se esperase, se detuvo en seco, y bajo la capucha vi sus ojos azules que me miraban pero no parpadeaban. Era como si los párpados fuesen sólo un elemento decorativo de su rostro que no necesitase para nada. Lo intenté pero no pude despegar mis pupilas de las suyas, era tan fuerte el nexo que se había generado que ninguno de los dos veía o escuchaba nada más. O por lo menos yo no lo hacía.
El extraño se reclinó sobre el suelo y, sin prestar atención a lo que hacía, dibujó un extraño símbolo en la devastada llanura terregosa. Cuando volvió a levantarse, aún mirándome, sus labios se abrieron lentamente y como una suerte de gemido gutural probablemente producto del cansancio y la falta de líquido, se dirigió a mí:
- Víctor, el Señor te necesita.

3 comentarios:

The Killer Apple dijo...

Ammmmm... Me parece que la imagen anticipa demasiado... No?

Anónimo dijo...

Bernaaa

Antes que nada disculpa por no haber pasado antes :(

Siempre lo abría pero nunca estaba con la cabeza abierta a la lectura como hoy :)

ME GUSTO MUCHO!!

Cuánto suspenso ;)

Pero tengo unas poquisimas criticas... bah, cosas que yo hubiera cambiado...

Cuando hablas de "algunos pollos y vacas que nos dieran leche" da la impresion que los pollos tambien te dieran leche. Eso se puede cambiar poniendole un adverbio a VACAS como "unas pocas vacas" o nombrando la utilidad de los pollos (que no es dar leche jaja).

Después me llamo la atencion la palabra STOCK, para una trama narrativa tan convencional me parece que seria mejor no utilizar neologismos ni palabras de raíz anglosajona... por ahi podrias reemplazarlo con "una cantidad" o "un almacén".

Y por último creo que es correcto decir "pensé EN Gandalf" que "A Gandalf".

Eso nada más, pero son boludeces mias! Me encanta como escribis Bernaa!

besotoOn amego :)

Unknown dijo...

Hola

me ha gustado el relato ... por cierto, venía buscando una imágen y he cogido esta del ángel, es tuya???

un abrazo
Tomás